lunes, 14 de enero de 2008

INTRO

La pintura de Edgar Ibáñez representa una constante rebelión formal, creando con absoluta libertad y sin ningún tipo de planificación previa. En sus obras brilla una sensibilidad intuitiva de enorme talento. La fuerza, el lirismo, la melancolía, la violencia, la gracia lúdica, el desenfado cromático, las fusiones imprevisibles están ahí, como testimonios que siempre comunican la sensación de fermentalidad inconclusa. También está el salvajismo, el feísmo, una caligrafía llena de pasión alucinógena, cierta gestualidad exasperada… cartografías de una afectividad en perpetuo e inconforme desconcierto.
Virus y afectados, una grotesca representación social: la belleza atrapada en la más absoluta libertad formal. Son trabajos marcados por una gran intuición y sensibilidad, la obra de un merodeador urbano que rastrea las raíces a través de un dibujo nervioso y caótico que no admite ni bocetos ni proyectos, una visión influenciada claramente por los prismas del arte infantil, Twombly y Jean-Michel Basquiat.


. David Guillén